Día 12 - Atlanta, La doble despedida

viernes, 10 de abril de 2009
Compras en Best Buy, arreglo de maletas, entrega de auto arrendado y primera despedida en el aeropuerto: Vero toma un avión al norte, hacia Calgary en Alberta, Canadá. Visita a sus parientes que la esperan con los brazos abiertos. La despido en la puerta de embarque pasadas las 19:00.

Por mi parte, me despido además de las vacaciones, deambulando por el gran aeropuerto de Atlanta, solo. Preocupado de la hora. A las 22:05 sale mi vuelo y me invade una nostalgia tremenda. Recuerdo los 11 días y pienso en las maravillas ancestrales de los paisajes del Cairo, la gente de Estambul, la historia de Atenas. 

En estos viajes, donde conoces culturas totalmente distintas a la que te contiene, incluso las cosas que se ven como malas experiencias resultan en experiencias valiosas que dan la oportunidad única de admirar, respetar, contemplar y recordar. Puedo decir, haciendo alusión a la primera entrada de este blog, que me considero en verdad un lucky man, después de conocer estas culturas, sus ciudades y habitantes, a quienes agradezco:

Buenos Aires (2005) - Toronto (2006) - Lima (2007, 2008) - Nueva York (2007) - Atlanta (2007, 2008, 2009) - París (2008) - Barcelona (2008) - Praga (2008) - Sao Paulo (2008) - Río de Janeiro (2008) - Bogotá (2008) - San Andrés (2008) - El Cairo (2009) - Estambul (2009) - Atenas (2009)

Día 11 - Atlanta, El acuario más grande

jueves, 9 de abril de 2009


Hoy fuimos al acuario de Georgia que es una atracción que Vero ya había conocido, pero de la cual perdió todas las fotos. Por mi parte no tenía el gusto.


Lamentablemente en yanquilandia estaban de spring break, vacaciones de primavera, lo que redundó en una multitudinaria asistencia, o sea, no de las mejores experiencias.

Sin embargo, luego de jugar en la pileta del Centenial Park, conocí por fin el acuario y es realmente interesante, con animales acuáticos muy grandes para lo que uno acostumbra a ver en un acuario.

El día se fue en almuerzo en el Hooters y vitrineo en las tiendas de electrónica y supermercados de EE.UU.

Día 10 - Atlanta, El día más largo

miércoles, 8 de abril de 2009

Salimos del hotel en Atenas con un atraso preocupante. Atenas se mostró finalmente con un cielo despejado y un sol cálido, quizás para despedirnos, quizás para ironizar. Tomamos el bus al aeropuerto en Syntagma y no contábamos con una ciudad viva, con embotellamientos de tráfico y todo.

Al llegar a registrar las maletas, Vero se llevó un gritoneo de una de las empleadas de Delta. “Why do you do this to me? You can’t be this late”.

Entregadas las maletas corrimos a pasar por seguridad, luego corrimos a la puerta de embarque y Vero tuvo que correr a Seguridad otra vez. Había dejado su bolso. Finalmente embarcamos en Business Class casi justo a tiempo.

Producto del cambio de hora ganamos 7 horas al llegar a Nueva York. En esta ciudad tuvimos que esperar hasta último instante para ver si subíamos, pues el vuelo estaba llenísimo. Finalmente nos fuimos a Atlanta, donde llegamos a las 20:30 y fuimos al hotel. Después compramos comida en el Wendy’s y nos fuimos a comer la chatarra al hotel.

En hora de Atlanta (misma de Santiago) el día comenzó a las 00:30 y terminó a las 24:00, casi 24 horas de vigilia y ahora queda dormir (ahora sí dormir dormir).

Día 9 - Atenas, Aplanando calles históricas

martes, 7 de abril de 2009


Este debe ser uno de los días que más hemos caminado. Se compara sólo con los días en París hace poco menos de un año.

Partimos con la idea de ir al monte de Licabeto, que cuenta con un funicular para llegar a la cima y habíamos escuchado que se obtenía una vista privilegiada de Atenas. Desde el hotel a las faldas del monte hay cerca de 2 kilómetros cuesta arriba y después hay que subir unas escaleras interminables de cerca de 150 peldaños. Llegamos al funicular cansados, pero subimos en seguida. Una vez en la cima, nos encontramos con una Atenas parcialmente nublada que se descubría impactante.

Después de obtener una de las mejores fotos de la ciudad, deshicimos el camino (los 150 peldaños incluidos). Seguimos hacia el sur hacia el Templo de Zeus, no sin antes pasar por el estadio olímpico de 1896, que es a su vez una restauración del estadio ancestral. Acortamos caminos por los Jardines Nacionales y llegamos a la Puerta de Adriano. Desde Licabeto al Templo de Zeus sumamos cerca de 5 kilómetros.

Nuestra idea era aprovechar el bus del hop on hop off para hacer el trayecto en menos tiempo y cansarnos menos, pero perdimos el bus dos veces, primero frente al estadio olímpico por culpa de un semáforo con mala sincronización, y más tarde en la Puerta de Adriano por llegar tarde. En definitiva, todo el trayecto fue a pie de vuelta a la plaza Syntagma. Cerca de 6,5 kms. con el esfuerzo adicional de las escaleras de Licabeto y era sólo mediodía.

Almorzamos en Everest, una especie de local de comida rápida donde puedes preparar tu sándwich con ingredientes a elección. Buen local, pero necesitábamos probar comida griega.

Nuestro paseo continuaría con un uso intensivo del metro para llegar primero a la calle de la Academia, donde se encuentra la Biblioteca Nacional, la Academia de Artes y la Universidad de Atenas. Continuamos por metro hasta el distrito portuario de Atenas, Pireaus. 
Después de una vuelta para conocer el puerto, volvimos en Metro a las faldas de Licabeto. ¿Para qué? Estando en la cima del monte Licabeto por la mañana, nos pareció que de noche se vería increible y merecería la pena un nuevo esfuerzo. Volvimos a subir hasta el funicular y la gélida cima nos dio la razón.

Al bajar tomamos el metro hasta la plaza Syntagma y fuimos a pie a conocer el Hard Rock Café de Atenas, pero decidimos ir a comer algo típico, así que nos movimos a las faldas de la Acrópolis y cenamos gyros con ensalada.

Pasada la medianoche nos dirigimos al hotel sabiendo que es el último día en Atenas y en Europa, despidiéndonos silenciosamente de las calles, la gente que no nos conoce, las nubes que no se despegaron del cielo durante nuestra estadía. La noche es quieta espectadora y nosotros caminamos en silencio, cansados, satisfechos.

Día 8 - Atenas, Llora Atenea, suspira Eolo

lunes, 6 de abril de 2009


Este día nos levantamos con la idea de ir al hop on hop off con el fin de conocer todas las principales atracciones y su historia, para luego quedarnos en las que no interesen. Esto sirvió además para capear un poco la lluvia y el viento que se dejaron sentir hoy en Atenas. Con todo, igual nos bajamos en la parada de la Acrópolis para entrar hasta el Partenón.

Cuando habíamos empezado a sacar fotos, nos devolvimos un poco a comprar un paragua. Vero logró bajar de 5 a 2 euros su costo. Seguimos y cuando nos aprontábamos a entrar al Partenón la memoria de la cámara nos falló (antes habíamos detectado que estaba con fallas, pero aún se podía sacar fotos). Volvimos sobre nuestros pasos para buscar donde comprar una memoria y ya pensábamos que alguno de los dioses del Olimpo se oponía a que entrásemos a la Acrópolis: ayer cerrado, luego la lluvia y ahora la memoria de la cámara.

Compramos una memoria de 1GB en nada menos que 35 euros, más del doble su precio. Pero al menos estábamos listos para la acción… por cuarta vez.

Por fin entramos y obtuvimos las fotos que queríamos desde ayer. Contentos con los retratos nos fuimos a esperar el bus, bajo la lluvia y el frío.

Terminamos el city tour y comenzamos a recorrer un paseo recomendado por algunos trípticos que teníamos, Esto nos llevó a algunos pasajes con souvenirs y lindas decoraciones y de vuelta al camino que circunda la Acrópolis. Nuevamente subimos y bajamos, esta vez por otros caminos.

El cansancio se hace sentir y decidimos ir al hotel después de caminar varios kilómetros.

Día 7 - Atenas, En busca de la Acrópolis

domingo, 5 de abril de 2009

Nos embarcamos temprano, pero a última hora por disponibilidad en la ruta a Atenas. Nos recibía una ciudad gris con lluvia ligera. En este caso decidimos que la mejor forma de irnos desde el aeropuerto al hotel era en bus o micro para los amigos. Se demoró, pero conocimos las afueras y nos dejó a pocas cuadras del Hotel.

El centro neurálgico del turismo y los propios atenienses es la plaza Syntagma, que se ubica notoriamente en la “pasada” a las mejores atracciones. Desde ahí partimos hoy a caminar sin saber mucho donde íbamos, pero a las pocas cuadras la Acrópolis se dejó ver con toda su imponencia. Las calles son preciosas y acorde a una de las ciudades habitadas más antiguas de la humanidad.


Luego de ascender durante media hora por las calles atenienses llegamos a las puertas de la Acrópolis, pero la última hora de visita ya se había cumplido, así que nos dedicamos a sacar fotos desde abajo a medida que la luz natural menguaba y la luz artificial ganaba terreno iluminando la Ciudad en lo alto. Luego de fotografiar el Teatro de Dionisio seguimos circundando la atracción por una calle que baja hasta la zona de cafés y restoranes.

Recorremos las calles interiores de Atenas que son una atracción en sí y luego de un par de horas nos vamos a guardar temprano para partir al otro día con toda la energía que esta ciudad se merece.

Día 6 - Estambul, las venas de constantino

sábado, 4 de abril de 2009


El emperador Constantino hizo remozar y agrandar la ciudad de Zoni (antigua Bizancio) y la nombró en su honor como “Ciudad de constantino”, en griego “Constantinópolis”. Él sabía perfectamente que esta ciudad estaba llamada a ser muy importante por su ubicación estratégica como amalgama de culturas gracias a sus mares y ríos como el Cuerno de oro, el Bósforo y el Mármara.

Hoy nos levantamos con la misión de llegar a las 9 al bus que nos había de llevar al muelle para tomar un crucero por el Bósforo. Salimos hacia el sureste por el Cuerno de oro y nos desvíamos al norte por el Bósoforo, en dirección al Mar Negro. El viaje fue tranquilo bajo un cielo radiante.


De vuelta en tierra nos dirigimos hacia la colina de Eyup Loti, cerca de la sagrada mezquita homónima. Esta mezquita es el cuarto lugar de importancia para los musulmanes, tras Meca, Medina y Jerusalén. Por ello, los musulmanes pedían que a su muerte fueran enterrados cerca de este lugar santo. El resultado es un cementerio que se extiende por toda la ladera de la colina. 
En la punta del cerro está el Pierre Loti Café, que toma su nombre del escritor francés quien se dice venía a este lugar a inspirarse. A juzgar por la vista, le encuentro toda la razón y me gustaría volver muchas veces.


Después de almuerzo nos dirigimos a Topkapi, un palacio de gran extensión y sobrado lujo. Hoy por hoy es un museo con exhibiciones de joyas que no tienen valor monetario porque nadie sabe contar hasta tanto. Dentro del palacio hay cuartos y patios que son bellísimos y la vista sobre el Mármara es sencillamente sobrecogedora.


Salimos con dirección al mercado cubierto llamado “Gran bazaar”. Tiene medio kilómetro de extensión y está diseñado para buenos regateadores. Contiene desde chucherías hasta muebles. Mis locales favoritos fueron los de especias y comestibles.

Nuevamente vamos a cenar al sector cercano a nuestro hotel. Esta vez es una cena de despedida porque mañana salimos a Atenas, pero nos preguntamos si extendemos nuestra estadía. Lo hemos pasado muy bien.

Finalmente decidimos seguir con el plan y partir a la tierra de los dioses del olimpo. Estambul queda en la memoria como una ciudad musulmana, pero más moderna en sus tradiciones y permisos, con gente espectacular, una belleza majestuosa, recomendable a cualquiera y una de mis ciudades favoritas de aquí en más.

Día 5 - Estambul, Sol bizantino

viernes, 3 de abril de 2009


A pesar de que la mañana se siente fría como la noche anterior, el despejado cielo y el brillante sol se yerguen prometedores. Comenzamos nuestra caminata por los alrededores hacia la Mezquita Azul, principal atracción arquitectónica de Estambul con 6 alminares que demuestran la magnificencia de esta construcción. No descuidamos las bellezas que encontramos en el camino como los obeliscos, la iglesia de Santa Sofía o de la Divina Sabiduría (Hagia Sophia o Ayasofia) y los variados recuerdos del imperio que alguna vez dominó y calló en el lugar.

Entramos a la Mezquita Azul donde la grandeza y ostentación de la construcción contrasta con el silencio sacro que existe en el interior. Al salir recorremos los jardines que están entre Ayasofia y la Mezquita Azul con hermosos tulipanes aportando a la belleza del conjunto. 

Con varias horas de recorrido ya podíamos decir que no era una casualidad el comportamiento de los estambuleños que habíamos atisbado desde el avión que nos trajo, ya era una constante: son de una amabilidad que sorprende. Esto lo confirmamos con la siguiente anécdota. Estando Vero y yo revisando un mapa en los jardines en busca de lo que sería nuestro siguiente destino, un turco se acerca a nosotros preguntando si teníamos algún problema. Nuestra reacción natural a la luz de lo que nos había ocurrido en El Cairo era de desconfianza, a la defensiva. Cada vez que un cairota demostraba amabilidad, se complementaba inmediatamente con la ambición del dinero. En este caso, luego de ayudarnos con lujo de detalles sobre cómo llegar al Palacio Topkapi, nuestro amigo nos preguntó desde dónde veníamos y nos dio cordialmente la bienvenida a su país. Demostró amabilidad y su complemento fue saber con quién estaba hablando para invitarnos a su hospitalidad. No lo podíamos creer, pero se repitió tantas veces esta escena que no puede ser producto de casos puntuales. No, los ciudadanos de Estambul valen más que las inconmensurables construcciones que la adornan.

La cantidad de españoles e ingleses en las calles era impresionante y el sol comenzó a calentar pasado el mediodía. Caminamos por las calles llenas de comercios buscando donde almorzar. La comida no es tan cara y tiene bastantes influencias griegas e italianas (a propósito, entre los muchos nombres con que se conoció esta ciudad, como Bizancio y Constantinopla, se encontraba Nueva Roma y se le consideró la heredera del apogeo griego y romano).

Otro ejemplo de la consideración de los turcos en Estambul lo encontramos cuando quisimos comprar boletos para el hop on hop off. El responsable de la venta de éstos nos sugirió no comprar porque no lo íbamos a disfrutar un día viernes en la tarde por ser de alto tráfico. Nos recomendó volver al día siguiente.


Justamente cuando decidíamos qué tur tomar al día siguiente, mágicamente se acerca un hombre con cara de pregunta para saber qué estábamos considerando y nos sugiere ir a una agencia de turismo para la que trabajaba. Estábamos tan contentos con los turcos que confiamos sin --tantos-- miramientos. Nos vendieron un tur de medio día que incluía un crucero por el Bósforo a un muy buen precio. Mañana veremos.

Después de salir de la agencia de turismo, el mismo tipo que nos llevó allí nos ofreció un clásico té de manzana calientito. Nos llevó a una fábrica de alfombras donde nos atendió su hermano quien conversó muy cordial y amenamente de política y líderes de Turquía, EE.UU. Y Chile. Una muy buena charla que terminó en la oferta de alfombras y kilims. En ningún momento hizo sentir como una obligación la compra, todo lo contrario, a diferencia de la fábrica de alfombras de Saqqara en Egipto. Terminamos comprando un kilim precioso que próximamente lucirá en nuestro departamento.

El día viernes terminó con una cena en otro restorán familiar, bastante bueno en los platos. En mi caso pedí una sopa de tomate y espaguetis con boloñesa, Vero pidió espaguetis con una salsa de la casa. Muy sabroso, con un toque turco que hace exagerar los sabores en los platos.

Luego a dormir (dicen).

Día 4 - Estambul, Fría primavera cálida

jueves, 2 de abril de 2009


Cerca de las diez de la mañana nos movemos al Aeropuerto Internacional del Cairo, que es distinto a aquél en el que pisamos por primera vez suelo egipcio. Nos dirigimos al sector de Turkish Airlines, donde nos confirman pasajes instantáneamente, nada de esperar disponibilidad. Gran anticipo de lo que nos esperaba en Turquía.

Llegamos cerca de las 3 al aeropuerto de Estambul, pero no fue hasta las 17:30 que salimos en el transfer hacia el hotel. Llegando a nuestro destino nos dimos cuenta de las calles limpias y bien conservadas, testigos de construcciones añejas, pero magníficas hasta nuestros días. Nuestro hotel se encuentra en la zona de Sultanahmet, epicentro de las principales atracciones turísticas de la ciudad turca. Lo mejor, todas las principales atracciones quedaban a pocos minutos de caminata desde el hotel.

El hotel, una gemita. Si bien humilde en su fachada y decoración interior, es fiel reflejo del pueblo estambulita: acogedor y cálido.

Luego de arribar a nuestra pequeña habitación y dejar nuestras cosas, salimos a recorrer el sector lleno de calles estrechas con adoquines y luces colgantes. El aire es fresco y recuerda que el purificador mar está cerca. El frío arrecia, pero nos refugiamos en un restaurante familiar que nos reconforta con una cena típica turca para mí y la infaltable pizza para Vero. Antes de devolvernos al frío exterior, la casa nos regala un exquisito té.

Después de maravillarnos con las postales que encontrábamos en cada esquina nos devolvimos al hotel a planificar lo que sería el día siguiente, en una ciudad que ya nos encantaba.

Día 3 - El Cairo, Descanso sin descanso

miércoles, 1 de abril de 2009


Ya sé, ya sé. Es imperdonable que de vacaciones, en una ciudad desconocida y tan importante en la historia de la humanidad se esté pensando en descansar, pero la verdad es que mi estado de convalecencia se sumaba a 4 días con muy pocas horas de sueño y Vero comenzaba a sentirse mal del estómago, también. Traducción: medio día fuera de las canchas turísticas.

Llegado el atardecer salimos a recorrer las calles, caminando en zigzag para evitar los autos encaramados en la vereda o estacionados en primera y segunda fila dejando sólo una pista para el tránsito. A poco andar se descubre que es mejor caminar por la calle, exactamente por la única pista que les queda a los autos. Salvo la vestimenta de las mujeres, la vida en la ciudad es muy similar a cualquier gran orbe en el planeta. Cada cierto tiempo se escuchaban los cantos musulmanes de rezo que nos recordaban el lugar donde estábamos.


Nos propusimos hacer algo muy cairota, profundamente ligado a las tradiciones árabes, indudablemente asociado a Egipto e irrevocablemente cultural, así que nos decidimos a tomar un taxi al Hard Rock Café del Cairo. Esto trajo tres decepciones: 1) el taxista que nos llamó el hotel por veinte libras egipcias nos terminó cobrando veinticinco --aprovechando que no teníamos sencillo-- porque “nos demoramos mucho en llegar”. 2) para todo el que ha estado en un Hard Rock Café llegar a un local que enarbola este nombre para encontrarse con salsa, merengue y cumbias no puede pasar por alto. 3) nuevamente los taxistas, uno nos quería cobrar cuarenta libras por el mismo recorrido que en el hotel nos aseguraban costaba veinte. Obviamente dejamos pasar este sinvergüenza y conseguimos otro taxista, cambiando la estrategia. Le dijimos que le dábamos veinte libras por llegar al hotel. Luego de que aceptara y de que estuviéramos dentro del taxi, le contamos al chofer que habíamos llegado ahí por veinte libras y que otros colegas nos querían cobrar el doble. El taxista nos pidió nuevamente la dirección y replicó “tienen razón, hasta acá son cuarenta”. Ante el ademán de querer bajarnos el chofer aceleró y nos ofreció llevarnos por treinta. Pudimos pagar veinticinco, al final.

El día termina con el empaque de las maletas, la sensación de que en El Cairo todo el mundo quiere aprovecharse y la esperanza de que Estambul sea distinto, mejor.

Día 2 - El Cairo, La maldición de las pirámides

martes, 31 de marzo de 2009


Casi todas las fuentes de información relacionadas con preparar un viaje a El Cairo lo dicen. Si revisas foros en Internet, seguro te quedará claro. Si preguntas a personas que han estado allá, lo sabrás. Desafortunadamente yo no hice ninguna de estas cosas y caí en el error más desagradable en un viaje. Este día amanecí con un problema digestivo, al igual que el 80% de las personas que visita la capital egipcia. No sé muy bien qué fue lo que me cayó tan mal, pero tengo varias hipótesis: la botella de “agua mineral” en el restorán donde almorzamos que venía abierta de antemano posiblemente fue llenada con agua de la llave; el jugo de naranja natural comprado en el minimercado puede haber sido rellenado con la misma agua corriente; las salsas picantes y a base de mayonesa del almuerzo del día 1.

En definitiva, el mal ya está causado y debo restringir y revisar todo lo que me echo a la boca. Eso y estar al tanto del baño más cercano en cada momento. No es divertido.


Bueno, a cosas más agradables de leer. Hoy nos fueron a recoger al hotel para llevarnos de excursión a Dashur, ciudad campesina a 40 kms. del Cairo famosa por tener una de las pirámides más grande y mejor conservadas en Egipto, la Pirámide Roja, construida por mandato de Seneferu, quien fue el padre de Jufu o Keops, famoso constructor de la gran pirámide de Giza. En realidad Seneferu tiene otra pirámide famosa, la Pirámide Acodada, que muestra un error de ingeniería que nos recuerda (reafirma) que los constructores y arquitectos de estas grandes obras eran humanos.

En el camino pasamos por afuera de Saqqara, conocida necrópolis de la antigüedad más famosa por la Pirámide Escalonada, que conecta la arquitectura de la antigua Egipto con aquélla de Mesopotamia con su Zigurat o con los más asiduos constructores de este tipo de pirámides en la América de los Aztecas, Mayas e Incas.

Al final, un viaje largo pero valioso, sobre todo en la entrada a la Pirámide Roja por un camino de más de cincuenta metros en bajada diagonal de un metro de altura, a pesar del dolor en las piernas que duró (y empeoró) durante todo el día. Otro punto a favor del viaje fue el viaje en sí. Ver a la gente en su entorno, con sus costumbres y alejados del caos citadino del centro aporta con el conocimiento de la cultura.


De vuelta nos detuvimos en dos centros comerciales, la fábrica de alfombras de Saqqara y un bazar cairota que se especializaba en joyas. Luego de almorzar livianito, nos enfilamos hacia el Museo Egipcio del Cairo, lugar imperdible para cualquiera que visite esta ciudad. 

De vuelta al hotel para cambiarnos ropa y salimos rápidamente a un crucero por el Nilo. Un divertido número de danza masculina dentro del bote precedió a la danza del vientre de una rubia para nada despampanante, pero simpática. Del buffet a bordo no puedo comentar, ya que el malestar continuaba.


Fin del crucero dos horas más tarde y fin de otro día maratónico. Mención aparte para nuestro chofer que se levantó más temprano que nosotros para poder recogernos puntualmente a las nueve y no nos abandonó hasta que nos retornó al hotel cerca de las 22:30, más de 13 horas de servicio y al final con una sonrisa de oreja a oreja.

Por mi parte, una de las peores noches que he pasado comenzaría pronto, con retortijones, fiebre, frío y la maldición de las pirámides acercándose lenta y silenciosamente a Vero…

Día 1 - El Cairo, La leyenda de Lucky man y la mujer del cabello de fuego

lunes, 30 de marzo de 2009


Y llegamos, señoras y señores. Después de un largo viaje de dos días que incluyó a Atlanta y Nueva York entre los destinos temporales estamos en la capital de Egipto. El aeropuerto está limpio y cuidado pero de alguna forma se le nota lo desvencijado. La primera conversación que tenemos es departe de un egipcio que nos ofrecía algo insistentemente.

Siempre que me decían que tenía cara de árabe y/o turco, pensaba que para los verdaderos representantes de estas etnias era bastante claro que no calzaba con el perfil, como cuando a un japonés se lo cataloga de chino en circunstancias que estos dos pueblos se reconocen diferentes --también-- físicamente. Pero la razón por qué no entendía cuál era la oferta del egipcio que nos abordó dentro del aeropuerto es que me estaba hablando en árabe y se sorprendió al saber que no le entendía. Luego de que le explicara que era de Chile (y qué era Chile), nos ofrecía transporte, ya en inglés.

Después de un vuelo tan largo y extenuante es lógico pensar que llegaríamos al hotel a descansar un poco. Pero nada de lógica en esto, como suele darse en los turistas. Le hicimos caso al egipcio para que se encargara de trasladarnos al hotel y acto seguido nos llevara a la plataforma de Giza a ver las pirámides.

El Cairo está atestado de gente, son cerca de veintidós millones de personas que comparten las calles como peatones, automovilistas, burreros, motociclistas, ciclistas y taxistas (esta última una raza propia por allá). La sensación de caos urbano es bastante pronta al llegar al centro de la ciudad. Muy pocos semáforos refrendan una anarquía del tránsito donde, extrañamente, quien se atraviesa en un cruce o quién se pasa del carril uno al tres no recibe una colección de los mejores localismos a altos decibeles, sino una risa que se puede leer como “eres un pillo (vivo)”. Su vida en las calles es así y no se hacen mayor problema, bien por ellos, pero debo admitir que me incomodaban los largos tiempos de traslado por calles circulares; 
o las espiralazas de cemento con veredas ocupadas por vehículos estacionados que obligan al peatón a caminar bajo la vereda; o los bocinazos incesantes que lo ocupan todo, todo el tiempo.

Por un momento, ahora contemplando las pirámides de Giza, todo lo anterior pareció valer la pena. Su historia milenaria la cuentan silenciosamente el sol, la arena, el olor y las propias tumbas. Ingresar a los enjutos túneles interiores de las pirámides convierte a cualquiera en claustrofóbico desde la entrada misma y nosotros no fuimos la excepción, pero la estupefacción pesaba más en nuestros pensamientos.

Luego del paseo fúnebre, dimos unas vueltas en camello, lo que nos trajo algún mal rato producto de una situación con la cual se tiene que aprender a convivir en El Cairo: todos buscan el dinero de los turistas. Si alguien es muy amable y te indica cómo llegar a una dirección, de seguro quiere su recompensa. Si alguien gentilmente se ofrece a sacarte una foto, no costará menos de 2 libras. Si la vuelta en camello no era parte del tur que compraste, no te lo dirán hasta que hagas el recorrido y debas pagar. En fin, todo es una forma de ganar dinero y eso nos trajo más de un inconveniente. Si se sabe manejar las situaciones estando siempre alerta a aquello que podría ser cobrado, no pasa de ser molesto. Si no, se puede perder gran cantidad de dinero en propinas y pagos innecesarios o abultados.

Seguimos con visitas a una de las escuelas de papiros y a una fábrica de perfumes, ambas con una gran vocación comercial en su atención.


El día terminó con una visita (sin descanso) al famoso mercado bazaar Khan el Khalili, un lugar lleno de pequeños locales comerciales de bagatelas y especias. Como anécdota interesante, Vero se vistió con una blusa que en Chile llega a ser hasta conservadora, pero que dejaba al descubierto parte de los hombros, la parte superior de la espalda y los brazos, lo que acompañado del cabello color fuego causó un revuelo inesperado. Muchos de los locatarios le  gritaban al parco acompañante (ése soy yo) “hey! lucky man, lucky man” y uno de ellos llegó a preguntar en mal español “¿cuánto camelos?” en alusión a la reconocida tradición árabe de pagar la mano de una prometida con el dromedario en una cantidad acorde a su belleza. Entretenido, pero Vero se sintió muy abrumada y observada.

Al volver sentimos un agotamiento que nos llevó a cenar en la habitación del hotel comida de supermercado para reponer cuanto antes las energías consumidas en una ciudad incansable. Veremos mañana si mejora la amabilidad de los egipcios.